Juicio por las torturas a Luciano Arruga

Sociedad

El escenario elegido fue el edificio de la Unión Industrial matancero ubicado sobre la calle Juan Florio al 2800 que prestó sus instalaciones para que el Tribunal en lo Criminal N° 3 de La Matanza este lunes por la mañana, allí abrió sus puertas casi una hora y media después de lo pautado, para que seis testigos declararan en el primer día del proceso judicial que busca conocer la responsabilidad de Julio Diego Torales, por los golpes que sufrió el joven Arruga en una detención irregular que tuvo lugar el 22 de septiembre de 2008.

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El tribunal fue compuesto por los jueces Diana Volpicina, Gustavo Navarrine, y Liliana Logroño, y los abogados de la familia de Arruga, Maximiliano Medina y María Dinard del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y Juan Manuel Combi de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH)
Por su parte, la defensa de Julio Diego Torales se compuso por Gastón Jordales, Juan Grimberg y su hijo Gabriel. La terna, que escoltó al ex uniformado durante las casi seis horas que duró la jornada, prácticamente no intercambió palabras con su representado.
La hermana de Luciano Arruga, desaparecido en el destacamento policial de Lomas del Mirador, sostuvo que el proceso contra el exefectivo Julio Torales debe aclarar el vínculo de la Bonaerense con la desaparición del joven.

La madre del joven fallecido, Mónica Alegre,  fue una de las testigos de la primera audiencia del juicio que comenzó este lunes en el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 3 de La Matanza por las torturas que sufrió su hijo durante la detención y que tiene como único imputado al ex oficial principal Julio Diego Torales (35). Según el testimonio de la madre, el 22 de septiembre de 2008 alrededor de las 11.30 efectivos que llegaron en un patrullero le avisaron que su hijo estaba detenido en el destacamento de Lomas del Mirador “por un robo”. “Cuando fui a buscarlo me atendió Torales y me dijo que no podía verlo porque estaba incomunicado”, recordó la mujer para luego explicar que dejó “pasar las horas” hasta que cerca de las 14 arribó al lugar su hija, Vanesa Orieta.
De acuerdo al relato, cuando la hermana llegó al destacamento y comenzó a pedir que lo liberen, Luciano gritó: “Me están matando a palos, no me peguen más”.
En declaraciones a la prensa, Orieta señaló: “Estamos a la espera de la sentencia por un juicio que tiene relación directa con su desaparición y el ofrecimiento que le hicieron de robar para un grupo de policías”.

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